Dos años más tarde, entendí que igual que el azar es tan caprichoso como para que el semáforo ese día estuviera en rojo y mi amigo se parase a mi lado, los sueños, si se persiguen y se luchan, se hacen realidad. No podía dejar de mirar por la ventana y soñar que algún día mi casa tendría unas vistas como esas.